31.12.13

eterna sombra

Yo que creí que la luz era mía,
precipitando en la sombra me veo.
Ascua solar, sideral alegría
ígnea de espuma, de luz, de deseo.

Sangre ligera, redonda, granada:
raudo anhelar sin perfil ni penumbra.
Fuera, la luz en la luz sepultada .
Siento que sólo la sombra me alumbra.

Sólo la sombra. Sin astro. Sin cielo.
Seres. Volúmenes. Cuerpos tangilbles
dentro del aire que no tiene vuelo,
dentro de árbol de los imposibles.

Cádernos ceños, pasiones de luto.
Dientes sedientos de ser colorados.
Oscuridad del rencor absoluto.
Cuerpos lo mismo que pozos cegados.

Falta el espacio. Se ha hundido la risa.
Ya no es posible lanzarse a la altura.
El corazón quiere ser más de prisa
fuerza que ensacha la estrecha negrura.

Carne sin norte que va en oleada
hacia la noche siniestra, baldia.
¿Quien es el rayo de sol de la invada?
Busco. No encuentro ni rastro del dia.

Sólo el fulgor de los puños cerrados,
el resplandor de los dientes que acechan.
Dientes y puños de todos los lados.
Más que las manos, los montes se estrechan.

Turbia es la lucha sin red de mañana.
¡Qué lejanía de opacos latidos!
Soy una cárcel con una ventana 
ante una gran soledad de rugidos.

Soy una abierta ventana que escucha,
por donde va tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha 
que siempre deja la sombra vencida.


Miguel Hernández
circa 1941


(...) La aflicción es patente en "eterna sombra" sin atenuantes, sin motivos antitéticos habituales: amor-odio, vida-muerte, luz-penumbra, sino abierta, irreprimiblemente. Miguel se siente ya "precipitado en la sombra", no trata de disimular consigo mismo. Ni astros ni cielos ven ya sus ojos 
- él, que fue perito en lunas -; (...) 

María de Gracia Ifach (na introdução da Antologia)

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